Películas francesas en MUBI | ‘Los cinco diablos’: fantasía coming-of-age para el corazón

En MUBI viene de estrenarse la película francesa Los cinco diablos –Les cinq diables-, nueva entrega de la propositiva directora francesa Léa Mysius, quien, después de su Ava, nos regala otra mirada de niña, solo que de una más pequeña y ya no desde la playa, sino desde la montaña.

Vicky es una pequeña niña considerada extraña y bastante solitaria que tiene un don: el de sentir y poder reproducir todos los olores que le gustan, a los que colecciona en frascos de vidrio que etiqueta cuidadosamente. En secreto, extrajo el de su mamá, Joanne, a quien dedica un amor loco y exclusivo, casi enfermizo. Un día, Julia, su tía paterna, irrumpe en sus vidas, así que Vicky se lanza a la elaboración de su olor… Pero lo que consigue es totalmente nuevo: ser transportada a sus recuerdos mágicos y densos, a través de los cuales acabará descubriendo secretos: de su pueblo, de su familia y de su propia existencia.

Una fantasía en clave coming-of-age que acaricia el corazón

La propia Mysius explicó que se basó en su don particular: tiene un olfato altamente desarrollado. Y, si a esto se añade su sutileza, que conocimos en su anterior largometraje, Ava, se podía imaginar de entrada que este largo sería una bomba de sensibilidad y mirada femenina.

No pudo elegir mejor casting: mientras que la pequeña Sally Dramé (Vicky) resulta un completo descubrimiento, con su poder de encantar a la cámara desde sus grandes ojos y sentidas expresiones, la veterana y querida Adèle Exarchopoulos -que, incluso, se tomó en serio su preparación física para asumir el papel de exgimnasta y actual entrenadora de gimnasia acuática- (Joanne) construye una perfecta esposa inconforme que, entre la culpa y la represión, sigue atada al pasado, Swala Emati (Julia) personifica sin puntos bajos la búsqueda de redención y el imponente Moustapha Mbengue (Jimmy) completa un cuarteto con altas dosis de drama, a partir de su esposo ausente, hermano protector y padre abnegado.

Varios planos atraviesan este delicado filme, pero a todos los invade un elemento común: la melancolía. Así que la locación montañosa viene a jugar en la cancha; bien como parte, más que como solo base.

Además: lo fantástico, que brilla en los viajes temporales. Lo social, en la lesbofobia del padre. Lo no dicho, en los secretos de las familias. Lo coming-of-age, en la pérdida de la inocencia de la pequeña. Y a esto se suma el color sobrenatural que invade a buena parte de la cinta.

Léa Mysius vuelve a hacerlo: nos entrega un filme reflexivo, embriagador y sensible. Es un placer acompañar a su casting luminoso, dejarse atrapar por su mezcla de crecimiento y redención, entregarse a su fantasía y dejarse atrapar por su mirada inocente y reflexiva.