
Es cierto que la película francesa Astérix y Obélix y el reino del medio llega a Netflix precedida de tibias y fuertes críticas. También lo es que no siempre las críticas tienen toda la razón. Pero esto último no es el caso: el proyecto del director y actor francés Guillaume Canet se quedó en una fiesta, millonaria, de buenas intenciones.

Y las buenas intenciones, si algo tienen, es que no siempre bastan por sí solas.
Esta producción se anunció con bombos y platillos: se trataría de una de las primeras apuestas de Jérôme Seydoux -ajá, el abuelo de Léa-, jefe mayor de Gaumont Pathé, a las superproducciones, con la intención de no enfocarse ya tanto en las producciones del cine de autor para, así, convocar en masa a las salas de cine.
Pero los tropiezos no tardaron en llegar.
No se había terminado de ganar Canet el proyecto de realización de una nueva adaptación de las historietas de René Goscinny (1926-1977) y Albert Uderzo (1927-2020) cuando llegó la pandemia y detuvo cualquier plan de rodaje.
Con un presupuesto colosal para el cine francés, 65 millones de euros, el realizador debía hacer frente a las dificultades que tal pausa supondría.
Luego, el reto no se limitaba nada más a eso, sino también a lograr una versión a la altura: hasta ese momento, y sigue siendo así, ninguna había logrado superar en aceptación de público y crítica, ni en recaudación en taquilla a la propuesta de Alain Chabat, Astérix y Obélix : Mission Cléopâtre, con Gérard Depardieu, Christian Clavier, Jamel Debbouze, Monica Bellucci y el mismo Chabat en los papeles principales.
Quizás sea por ahí por donde comiencen los principales desaciertos en las buenas intenciones de esta nueva entrega de Astérix et Obélix.

El casting
Guillaume Canet es Astérix, Gilles Lellouche es Obélix, Marion Cotillard es Cléopâtre y Vincent Cassel es César.
De este cuadro principal, apenas Cassel consigue una interpretación honrosa. Todo el resto deja mucho, pero muchísimo, que desear. La vis cómica, en pocas palabras, no se les materializó.
Ni qué decir, por ejemplo, de los maquillajes de Canet o de Lellouche, a quien le hicieron una panza increíblemente poco lograda. Tanto, que por momentos parece que está descansando sobre una almohada mal acomodada.
En el cuadro de soporte sí se consiguen mejores caracterizaciones.
Es el caso de Leanne Chea, como Tat Han; de Linh-Dan Pham, como L’impératrice de China o de Ramzy Bedia, como Epidemaïs.
Los invitados
¿Habrá pensado Guillaume y su equipo que convocar a cierta cantidad de estrellas pop francesas o francófonas funcionaría para atraer al público a las salas en la época inmediatamente pospandemia?
Sea como sea, estas cortísimas apariciones no aportan nada significativo. Distraen y terminan por lucir innecesarias.
Es así con Angèle, Bigflo, Oli u Orelsan, por mencionar a algunos.

Los sets y los efectos especiales
Si algo sabía hacer el gran Chespirito era magia, con los recursos limitados de presupuesto y de tecnología con los que contaba para su época, en su El Chapulín Colorado. Eso también hay que reconocerle al artista mexicano.
En esta cinta, en cambio, las locaciones, los efectos y, en algunos casos, hasta los decorados hacen plantearse la pregunta: ¿esto es de 2023? O: ¿esto costó 65 millones de euros?
Quizás los productores se lo pregunten también.
Las actualizaciones
En general, las actualizaciones en comedia pueden funcionar como desencadenantes de risas sostenidas.
Pero no es lo que pasa con las de este filme francés.
Hacer pasar a una paloma mensajera como un celular de la antigüedad. Incluir torpemente product placement de un conocido perfume. Apostar a un soundtrack compuesto notablemente por canciones pop anglos archiconocidas… por un público al que no está principalmente dirigido esto, el infantil.
Cosas como estas desaprovecharon ese papel principal de las actualizaciones en esta clase de películas.
El tono de la comedia
No queda claro si el realizador se propuso hacer, más bien, un sainete de las historietas. Si fue así, que se sepa: esto tampoco lo consiguió.
Quizás un público menos versado en las historietas originales, en sus anteriores adaptaciones cinematográficas, en los géneros de comedia y muy, pero muy, poco atento a los detalles de producción pueda disfrutar este largometraje.
A quienes se salen de este afortunado grupo, solo nos queda decir: por favor, que vuelva Chabat.
Coucou Lola ! Pasión por Francia y la cultura francesa

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