
A Alain, un exitoso editor parisino, y a Léonard, uno de sus autores de toda la vida, les cuesta aceptar por completo el mundo digital actual… y puede que la crisis de la mediana edad. Cuando se reúnen para debatir sobre el nuevo manuscrito de Léonard, Alain debe encontrar una manera elegante de decirle a Léonard que se está quedando atrás, de exponerle sus dudas, mientras que la esposa de Alain, Selena, cree que por fin Léonard ha conseguido realizar su obra maestra.
“Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”. La frase la escribió Giuseppe Tomasi di Lampedusa para su novela El Gatopardo, una de las grandes obras de la literatura italiana del siglo XX.
¿Por qué Olivier Assayas toma justo esta frase de Di Lampedusa para su Dobles vidas?
Lo primero que hay que decir es que esta máxima contiene la premisa de la película: esta nos muestra el agitamiento que se aplica a un cierto orden para regresar al mismo orden.
Lo segundo, que Olivier Assayas también escribió el guión: con su filme aborda el mundo literario (el éxito, el fracaso, el talento, el mundo de los escritores, el negocio editorial…) y El Gatopardo tiene una anécdota extraficción más que importante. Rechazada por las principales editoriales italianas, Mondadori y Einaudi, acabó publicándose por la editorial Feltrinelli en el año 1958. Di Lampedusa había muerto un año antes, en 1957: el autor dejó este mundo sin siquiera imaginar que su novela no solo se publicaría sino que se convertiría en la más vendida en la historia italiana y en una de las más importantes de la literatura italiana moderna. Ironía de la industria de los libros que Assayas bien supo tomar.
A partir, entonces, de esta premisa, el director nos invita a atravesar varias crisis.
De un lado, la de quien no logra alcanzar un nuevo éxito editorial y levanta dudas sobre su talento. Es Vincent Macaigne quien interpreta a ese escritor, Léonard. Que Macaigne es un gran histrión ya se sabe pero su personaje aquí destaca sobre todo por la manera en la que Assayas lo pensó: en lugar de irse por el lado del estereotipo del escritor culto e intelectual, eligió trazar a uno que es, por decir lo menos, naíf, y aprovechó, además, para a costas de este personaje detenerse un toque en un tema peliagudo: ¿que tan válido y ético resulta que un escritor tome anécdotas de otros, sin consentimiento, para llevarlas a sus ficciones? ¿Cuánto hay de la vida del autor en sus libros? ¿Es esto creativamente válido?
De otro, la del editor (un siempre en su punto Guillaume Canet) que se enfrenta a varios cambios: de época, de hábitos de consumo, de lo análogo a lo digital, de las jerarquías (“Ahora, todos los puestos de autoridad son cuestionados”, dice su personaje en un momento), de edad, de su matrimonio.
Además, las de Selena (Juliette Binoche): la de la actriz (¿películas o series?; ¿cuáles personajes tomar?) y la de la mujer: su edad, su relación de pareja, su vida extramarital.
Por último, la de la fidelidad, de manera general. Aquí todos son o se saben infieles o cornudos. ¿Está bien o es normal? ¿Qué nos pasa con la monogamia?
Un film que resulta una interesante y muy íntima crítica -no agria, no triste, no necesariamente obvia- al mundo actual y que inteligentemente deja más preguntas que respuestas.
Un desarrollo narrativo redondito pero no molesto que le hace honor perfecto a aquella cita gatopardiana.
DOBLES VIDAS
(Doubles vies)
Olivier Assayas,
Francia, 2018
con Guillaume Canet, Vincent Macaigne, Juliette Binoche